jueves, 2 de junio de 2016

Lesa humanidad: “Aún espero a mi hermano”

A una edad ya madura, Julia Luna dio muestras ayer de las múltiples formas que aplicó el terrorismo de Estado para provocar dolor: a casi 40 años de los sucesos que vino a narrar, ocurridos cuando ella estaba entrando a la adolescencia, le fue imposible contar el secuestro de su hermano Mario Bernardino Luna Orellana sin conmoverse hasta las lágrimas: “Aún lo espero a mi hermano”, remató en una sala tensa. Ella fue la primera testigo en la continuidad del noveno juicio por delitos de lesa humanidad que se lleva a cabo en Salta.

Por Elena Corvalan

La madrugada del 3 de septiembre de 1976, en San Ramón de la Nueva Orán, la familia de Julia fue despertada por culatazos en la puerta de su casa y los ruidos de hombres en los techos. Una voz requirió al dueño de casa, Ángel Luna, si tenía un hijo; respondió afirmativamente y cuando dio su nombre fue la señal para que cuatro o cinco hombres entraran a los empujones, con armas medianas que parecían Itakas y con ropas que parecían de gendarmes. Apuntando con a los padres de Julia y a ella misma, inquirieron por la pieza donde dormía Mario, lo arrancaron de la cama: “Listo, listo”, decían, recordó ayer Julia, quien aún guarda el recuerdo de la última mirada que cruzó con su hermano, ella sintió que él se despedía, como si presintiera lo que iba a pasar. Tenía las manos sujetadas a la espalda, pero no pudo ver si eran esposas.

Los secuestradores se llevaron la llave de la casa, y salieron, con el increíble cuento de que devolverían a Mario “enseguida”. Lo subieron a vehículos “oscuros”,como Unimogs.
Cuando lograron salir, Julia cruzó la calle en busca de un teléfono para llamar a otra hermana, Marta, ya con familia propia: le transmitió la tragedia y el mensaje de sus padres: “Que venga urgente”.
Igual que sus hermanas Marta y Ángela, Julia recordó que esta última y su padre viajaron reiteradamente a la ciudad de Salta para denunciar el secuestro y tratar de averiguar el destino de su hermano. “Mi hermana y mi papá venían a Salta, lo veían al juez (Ricardo) Lona y al capellán (Normando) Requena”,contó. Hoy Lona está siendo investigado por no haber investigado el paradero de numerosas personas secuestradas por los grupos de tareas y por haber participado él mismo en delitos contra la humanidad.

Tiempos de milagro
En los primeros días de septiembre al menos cinco jóvenes militantes políticos y sociales fueron secuestrados y desaparecidos en Orán, entre ellos Sergio Wenceslao Copa, que era amigo de Mario Luna y fue arrebatado de su casa la madrugada del 2 de septiembre de 1976.

Cruz era nuera de los abuelos de Copa y vivía con ellos. Ayer recordó que en el tiempo de Milagro un grupo de hombres vestidos de verde y que andaban en una camioneta realizaron un allanamiento en la casa, el operativo incluyó el corte de la calle. Los hombres revolvieron las cosas de la habitación de los abuelos y luego obligaron a Ramona a acompañarlos a la catedral, para buscar a su suegro, que andaba en la previa de la festividad del Señor y la Virgen del Milagro.

Testigo reticente
Finalmente Ramón Antonio Rivero, un testigo que viene siendo citado desde marzo último, acudió a la convocatoria. En el expediente consta que este hombre, que reside en Embarcación y que declaró por videoconferencia desde Orán, vio a la joven Silvia Ruth Sáez de Vuistaz dentro de un automóvil.
Pero Rivero se presentó ante el Tribunal Oral en lo Federal de Salta solo para afirmar que nunca declaró y que nada sabía de la joven secuestrada en septiembre de 1976 en Embarcación. Es más, dijo ni siquiera escuchó nunca hablar de hechos cometidos en el marco de la represión de los 70.
El fiscal Francisco Snopek le recordó dos declaraciones anteriores, pero nada. Le exhibieron las firmas de esas declaraciones, y el hombre reconoció que una puede ser suya. La querellante Susana Aramayo planteó que se haga un peritaje caligráfico, a lo que el presidente del Tribunal, Federico Díaz, hizo lugar. Se acordó que si resulta ser la misma persona que declaró antes, se lo convocará nuevamente.

Al parecer, Rivero no es muy apegado a cumplir con los requerimientos del Poder Judicial, en otro proceso por narcotráfico fue citado reiteradamente (porque es empleado de Aduanas) y se negó a venir: una vez, por que le habían robado la billetera y no tenía plata para pagar el pasaje; otra vez, porque estaba deprimido por el robo de la billetera.