viernes, 17 de agosto de 2012

Un informe con nombres de espías del Ejército en Salta y Jujuy

Se estableció con certeza quiénes fueron los espías del Ejército que actuaron en Salta y Jujuy
(Por Elena Corvalán, directora de Radio Nacional-Salta).-
 
Un informe oficial intenta cubrir el vacío que ha permitido hasta ahora que los agentes de inteligencia no sean vinculados con los hechos de represión, a pesar de estar claro que fueron partícipes. Una estructura de vigilancia compuesta por oficiales, suboficiales del Ejército y de otras fuerzas de seguridad y una larga lista de “civiles”, funcionaron como agentes del Destacamento de Inteligencia 143, con asiento en Salta, durante la última dictadura cívico-militar, y otro tanto ocurrió con el denominado Grupo Adelantado de Inteligencia que funcionó en Jujuy, dependiente de aquél.

Un informe realizado por el Programa Verdad y Justicia, del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, destaca que, como en el resto del país, estas unidades de inteligencia estuvieron “en el centro del dispositivo represivo”, dado que “habrían diseñado y controlado el accionar represivo”, seleccionando blancos, determinando el orden de mérito de los detenidos y asignando destinos.

El informe, al que Otros Territorios* tuvo acceso, se propone “despejar la aparente desvinculación que tuvieron en estos hechos, quienes siendo parte de la estructura organizativa (de la represión), no han sido mencionados por víctimas sobrevivientes, pero, sin embargo, compartieron estructuras, espacios, tiempos, con aquellos que sí han sido identificados”, por lo que no pudieron ser ajenos a los hechos.

Precisa el informe que las acciones realizadas por estas dependencias “formaron parte de un plan nacional represivo practicado contra la población durante la dictadura militar desde 1976 hasta 1983 y cuyos fundamentos y doctrina están expuestos en las directivas del Consejo de Defensa y del Comando en Jefe del Ejército, elaboradas y distribuidas en octubre de 1975”.

Esas directivas establecieron las prioridades operacionales, los organismos responsables, los niveles de coordinación y subordinación para llevarlas a la práctica, y “la hegemonía del Ejército, al cual se subordinaron las fuerzas policiales, Gendarmería, Prefectura y organismos vinculados como, por ejemplo, la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado)”.

La importancia de vigilar

Estas directivas determinaron que la actividad de inteligencia era prioritaria para el “combate a la subversión”.

La tarea de inteligencia, precisa el informe, “fue especializada y requirió personal entrenado técnica y sicológicamente; también fue siempre encubierta”. De hecho, todos los oficiales y suboficiales que integraron el Destacamento 143 y su Grupo Adelantado en Jujuy estuvieron en otros destacamentos de inteligencia y asistieron a “cursos técnicos de inteligencia” y a “cursos de inteligencia para jefes”. Algunos fueron también a la Escuela de las Américas, la ahora fortmalmente disuelta organización de la US Army destinada a instruir a los militares latinoamericanos en el combate al enemigo interno, incluyendo interrogatirios con aplicación de tormentos y desaparición de cadáveres.

Los suboficiales hicieron cursos de “técnico de inteligencia” y el de “perfeccionamiento para auxiliar de inteligencia”, llamado “Interrogadores”.

Precisamente, los miembros de inteligencia tenían a su cargo “el interrogatorio de inteligencia para seleccionar los prisioneros de guerra en la zona de combate”, ordenaba el Reglamento ROP 30-5. Complementando, el Reglamento RE 9-51, “Instrucción de lucha contra elementos subversivos”, consignaba: “El capturado es una fuente de información que debe ser aprovechada por el nivel de inteligencia”.

El trabajo del Programa Verdad y Justicia también cita el Reglamento RC 16–1, "Inteligencia Táctica", en el que se detallan las actividades a desarrollar para la obtención de información, la inteligencia y la contrainteligencia, los sabotajes, las actividades sicológicas secretas y las operaciones especiales.

La importancia que tenía la inteligencia queda explicitada en el "Reglamento de Organización y Funciones de los Estados Mayores" RC 3-1: el jefe de inteligencia, dispone, será el principal miembro del Estado Mayor, quien “tendrá responsabilidad primaria sobre los aspectos relacionados con el enemigo”.

En suma, la normativa general y los reglamentos implantaron las directivas que debían seguir los oficiales y suboficiales “aptos en inteligencia e interrogación, que han sido entrenados para esta tarea”.

Para los autores del informe, “resulta razonable y lógico suponer que estas directivas fueron cumplidas a cabalidad por el personal del Destacamento de Inteligencia 143 y su Grupo Adelantado de Jujuy”, dado que fueron propuestos para reconocimientos y ascensos.

Métodos

El Destacamento 143 funcionaba en la calle Belgrano al 400 de Salta. Dependía del Área 322, comprendida en la Subzona 32, perteneciente a la Zona III del III Cuerpo de Ejército.

El Grupo Adelantado de Inteligencia de Jujuy estaba en el Área 323, funcionaba en unas oficinas frente a la plaza central en un edificio lindante con la Central de Policía.

La central de inteligencia funcionaba dentro del Regimiento 20.

La Subzona 32 estaba bajo la jurisdicción del Comando de la Brigada de Infantería V, con asiento en Tucumán.

El informe precisa que la actuación de los destacamentos de inteligencia estuvo comprendida en las directivas impartidas en el plan nacional represivo. La Directiva 1 del Consejo de Defensa, de 1975, daba “libertad de acción para el empleo de los medios en zonas calientes”, en el marco de la “lucha contra la subversión”.

Las unidades de inteligencia eran las “responsables de interrogatorios, tormentos de detenidos, con el propósito de mantener la secuencia operacional de las unidades a partir de la información que se obtenía y que ellos mismos procesaban”.

El Reglamento RE -10-51, “Instrucción para operaciones de seguridad”, detallaba los elementos que los represores debían llevar a los operativos: “Se recomienda contar con palos, cuerdas y capuchones o vendas para el transporte de detenidos”.

Sobre el tratamiento a los detenidos, en el juicio a las Juntas, quien fuera jefe de la Guarnición Ejército Salta, Carlos Alberto Mulhall, dijo que “en todos los casos, se efectuaba un primer interrogatorio, se los derivaba ya sea a la delegación de la Policía Federal, o a la Jefatura de Policía” y luego se decidía si continuaba detenido. Para estas decisiones “siempre se daba intervención a personal que nuestras organizaciones militares tienen, especialistas en inteligencia, para poder determinar si el individuo está o no dentro de una organización subversiva”.
 
Quiénes fueron
 
A continuación, el listado de los oficiales y suboficiales que se desempeñaron en inteligencia en Salta y Jujuy:


Teniente coronel Osvaldo Mario Baudini
Teniente coronel Roberto Jesús González
Teniente coronel Juan Messina
Teniente coronel  Osvaldo Lucio Sierra
Mayor Miguel Ángel Cornejo García
Capitán Sidney Edgar Page
Capitán Hugo José Schierano
Capitán Rodolfo Antonio Aguilar
Capitán Roberto Jones Tamayo
Capitán Enrique Federico Gentiluomo
Capitán Julio César de la Barrera
Capitán Antonio Gaspar Viana
Capitán Duilio Raúl Martínez
Capitán Néstor de la Vega
Capitán Aldo Carlos Checchi
Capitán Carlos Alberto Feijoo
Capitán Ricardo Ernesto Elicabe
Teniente primero Jorge Julio Affanni
Teniente primero Rafael Mariano Braga
Teniente primero Eduardo Jorge Coaker
Teniente primero Julio César de la Barrera
Teniente primero José Eduardo Bulgheroni
Teniente primero Guillermo Eduardo del Pino
Teniente primero Pedro Edgardo David
 
Suboficiales
José Federico Marcial
Máximo Rubén Chávez
Jacobo Eduardo Gómez
Benancio Celestino Cardozo
Amado Salim Osman
Alberto Raúl López
Salvador Américo Aredes
Hilario Romaniello
Julián Nicolás Quispe
Eduardo Amércio Nicolini
Miguel Andrés Mendoza
Roberto Montero
Domingo Orlando Cejas
Juan Heriberto Cruz
Juan José Maciel
Tehodolo Adolfo Aztorga
Raúl Alberto Salas
Martín Eugenio Arapa
Pedro Horacio Aguilera
Roberto Aquilino Barbosa
Alfonso Díaz
Martín García
Víctor Rivero
Oscar Humberto Blas
Aldo Julio César Díaz
Carlos Nicolás Gómez Argüello
Saturnino Orlando Durán
Víctor Cruz González
Raúl Guillermo Rivero
Luis Alejo Martínez
Norberto Carrizo
Héctor Argentino Gerónimo
Héctor Enrique Méndez
Fabián Sivila
Oscar José Paredes
 
*Esta nota fue publicada originalmente en dicho suplemento del Nuevo Diario de Salta con el título "Alma de buchón" y difundida por la Agencia de Noticias DH.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Ríos Ereñú dice que se adulteró un libro del Ejército.

Megajuicio: Ríos Ereñú dice que se adulteró un libro del Ejército
El ex jefe del Ejército Héctor Ríos Ereñú no supo explicar ayer las constancias del libro histórico del Regimiento de Monte 28, con asiento en Tartagal, del cual fue jefe en los primeros años de la dictadura cívico militar iniciada en marzo de 1976.

Este libro da cuenta de la existencia de la Subárea 322-1, como sostienen la Fiscalía y los querellantes, quienes acusan a Ríos Ereñú de ser su jefe y por lo tanto también responsable de los crímenes de lesa humanidad cometidos en esa etapa.

Ríos Ereñú está siendo juzgado por el Tribunal Oral en lo Federal de Salta por los secuestros y homicidios del médico Pedro Urueña y del dirigente de la JP Jorge René Santillán. El militar retirado volvió a pedir la palabra ayer para hacer su descargo respecto de la acusación por Santillán.

Pero esta vez el presidente del Tribunal, Carlos Jiménez Montill, le advirtió que no podía leer. La acusación sostiene que en la división del país que se hizo a los efectos de la represión, en Zonas, Subzonas, Áreas y, en algunas provincias (como Buenos Aires, Córdoba y Salta) Subáreas, el norte provincial quedó comprendido en la Subárea 322-1 (Salta era el Área 322), que estaba bajo la responsabilidad del jefe del Regimiento de Monte 28 y que tenía jurisdicción en los departamentos San Martín, Orán, Rivadavia y Santa Victoria.

Ríos Ereñú basó parte de su defensa en negar la existencia de esta Subárea. Pero como en el libro histórico del Regimiento se consigna una Subárea 322-1, y también aparece como 3221 y 3222, además de resaltar estas diferentes menciones como un síntoma de falta de veracidad, el acusado aseguró que hay diferencias en la forma del registro, por lo que sospecha que el libro histórico ha sido adulterado, y pidió un peritaje.

Reiteró también que la directiva 404/75, dada por la Comandancia del Ejército en octubre de 1975, que establecía la zonificación militar, recién fue aplicada a partir del 24 de marzo de 1976. El fiscal le pidió entonces que explicara cómo es posible que el 2 de febrero de 1976 se difundiera en el diario El Tribuno un comunicado militar que Mulhall firmó como “jefe del Área 322”.

Ríos Ereñú argumentó que él no estaba en Salta entonces: “El coronel Mulhall está acá, puede explicar”, arguyó. Ríos Ereñú no solo debió lidiar con las preguntas del fiscal Ricardo Toranzos y el querellante David Leiva, sino que también tuvo que soportar las chicanas del otro acusado, el ex jefe del Ejército en Salta, Carlos Alberto Mulhall, que aprovechó el hecho de estar sentado a su lado, en el Consejo de la Magistratura en Buenos Aires, para hacer comentarios y gestos que exhibían su fastidio por la larga declaración de su compañero de juicio, con el que vienen enfrentados (y se dice que hasta hubo un conato de cachetadas en ocasión de una revisación médica) desde que este último dijera que la responsabilidad de la represión en el norte provincial recae sobre el primero.

Ríos Ereñú aseguró que esta afirmación de Mulhall es contradictoria, que solo pretende descargar responsabilidad en otros. En el mismo sentido, negó haber tenido el control operacional de la represión en el norte, y hasta dijo que la Policía de Tartagal le respondía a Mulhall.

El ex jefe del Regimiento 28 negó que hubiera tenido vinculaciones con Gendarmería, la Policía Federal y la Policía de Salta. Pero esto fue desmentido en el interrogatorio del fiscal y de Leiva, quienes lo confrontaron con los libros del Regimiento y los del Escuadrón 20 de Gendarmería de Orán, en los que queda probado que había un trato fluido entre ambas fuerzas.

En el libro de Gendarmería de Orán están registradas salidas de un camión del Ejército que fue a colaborar en un operativo, así la llegada de mensajeros del Regimiento 28 trayendo sobres cerrados al Escuadrón 20. También está consignada la presencia de miembros del Ejército en el Escuadrón 20. Ríos Ereñú terminó por argumentar que pudo ocurrir que existieran vinculaciones sin que él las conociera, y afirmó que todo lo asentado en los libros son actos lícitos, que los demás no se registraban.

Además, ayer el médico policial Juan Carlos Ocampo, que intervino en el levantamiento de los restos de Santillán, recordó que la comisión policial fue al Regimiento a informar de este hecho porque “la Policía estaba bajo las órdenes del jefe del Regimiento de Tartagal”.

Los asesinos de Jorge Santillán comieron en el lugar del homicidio
El médico forense Juan Carlos Ocampo recordó ayer con claridad que el cuerpo de Jorge René Santillán había sido sometido a una explosión tan fuerte que apenas quedaron los miembros inferiores y parte de la pelvis y pedacitos esparcidos en 30 metros a la redonda. Pero lo que más le llamó la atención fue que “debajo de un árbol grande, frondoso, había como si hubieran hecho fuego, unas ramas quemadas.

Y como si hubieran comido ahí” desechos de “cervezas y esas cosas. Y ahí se que dinamitaron el cadáver. Pero no existía el cadáver. Había pedacitos, el más grande de dos centímetros, varios metros a la redonda, hasta en las ramas”. Ocampo dijo que le llamó la atención que “cómodamente una persona había tenido ganas de ingerir un alimento habiendo hecho una cosa como ésa”.

El debate sobre el secuestro y homicidio del dirigente de la JP, cometidos la madrugada del 10 de agosto de 1976 en General Mosconi, mostró ayer la concertación de las fuerzas de seguridad. El hecho habría sido cometido por miembros del Ejército con la colaboración de la Policía provincial, que no respondió a los pedidos de auxilio de los familiares, en una resistencia a los secuestradores que se prolongó por casi dos horas, y luego orientó la búsqueda en sentido contrario a donde habían ido los atacantes. Y la propia YPF, intervenida militarmente, había despedido a Santillán.

Doce testigos declararon en la continuidad del juicio que se sigue en Salta por crímenes de lesa humanidad. Siete se refirieron al homicidio de Santillán, los otros cinco hablaron de los secuestros y desapariciones de los jóvenes Oscar Alberto Bianchini y Néstor Miguel Díaz, cometidos también en agosto, en Salta capital. Entre la indagatoria al acusado Héctor Ríos Ereñú y los testimonios quedó clara la estrecha colaboración de las fuerzas de seguridad que participaban de la represión y también la colaboración que brindaban empresas, como YPF y el propio Sindicato Unidos Petroleros del Estado (SUPE), ambos intervenidos por los militares.

Según contó el ex jefe militar, YPF prestaba camionetas al Regimiento de Monte 28. Además, echó a algunos empleados. Santillán, y su hermano Alfredo, fueron despedidos “por razones de seguridad”, en julio de 1976. Al mes siguiente, a eso de las 3 de la mañana del 10 de agosto de 1976 un grupo de 5 o 6 hombres llegó a su casa en Mosconi y se lo llevó para matarlo con un explosivo y abandonar sus restos en el camino a Acambuco.

Irma Prado de Santillán, la esposa de Jorge, contó que con su marido, su hija Rosa, de 7 años, y su madre, lucharon en la vereda de su casa, a unas cinco cuadras de la Comisaría, durante casi dos horas, tratando de evitar que se lo llevaran. A pesar de los gritos, los cuatro agentes comisionados llegaron cuando ya se lo habían llevado y la propia Irma había ido a avisar a su cuñado, Alfredo. Dos de estos policías, Arsenio Segovia y Carlos Terán, declararon ayer.

Quedó claro que, cuando fue comisionado para acompañar a Irma en la búsqueda de su esposo, Segovia los llevó primero hacia Balbuena, en el sentido contrario adonde habían ido los secuestradores. El policía Pablo Rueda, que integró la comisión que fue a levantar el cuerpo de Santillán, recordó que en el lugar del homicidio encontraron “un papelito chiquito que decía FM”, las mismas de Fabricaciones Militares.
Por Elena Corvalan, Directora de Radio Nacional en Salta
Envío:Agndh

martes, 7 de agosto de 2012

Silvio, hijo del desaparecido Jorge René Santillán

“Nadie puede olvidarse de los que nos tocó vivir a nosotros”
 
En 1976 Silvio René Santillán tenía seis años. La madrugada del 10 de agosto de ese año le tocó sufrir la violencia de un grupo de tareas que entró a su casa y secuestró a su padre para matarlo rato después. “Yo pienso que nadie puede olvidarse lo que nos tocó vivir a nosotros. Verlos pelear a mi papá, a mi  mamá, a mi hermana mayor que en ese momento tenía siete años. No queriendo que se lo lleven. Y verlo cómo le pegaban con la Itaka en la cabeza, en la cara, verlo todo ensangrentado”, afirmó ayer el hijo.
El cuerpo de Jorge René Santillán fue encontrado esa misma mañana, alrededor de las 6, en el camino a Acambuco, en el extremo norte de la provincia de Salta. Sus familiares saben que los secuestradores eran miembros del Ejército. Eran seis o cinco hombres encapuchados, que dijeron ser de la policía pero uno de ellos, que en algún momento quedó sin la capucha, fue reconocido por Irma, la esposa de Santillán: era un suboficial del Ejército.
Por este hecho están siendo juzgados el ex jefe del Ejército en Salta, Carlos Alberto Mulhall, y quien fuera jefe del Regimiento de Monte 28, con asiento en Tartagal, Héctor Ríos Ereñú, que en la democracia llegó a jefe del Estado Mayor del Ejército.

El Tribunal Oral en lo Federal de Salta tenía previsto comenzar ayer a analizar el secuestro y homicidio de Santillán, pero la audiencia debió suspenderse debido a que no había servicio de Internet en Comodoro Py, Buenos Aires, desde donde siguen el debate los dos acusados. Silvio, que junto a su hijo y a su esposa concurrió a la audiencia, lamentó la suspensión. Su tío, Alfredo Santillán, y su madre, Irma, tenían que declarar ayer pero sus testimonios fueron pospuestos para hoy, igual que los de otros testigos.
Los Santillán vivía en General Mosconi. Hasta julio de 1976 Jorge Santillán trabajaba en YPF y era delegado del sector Metalúrgica del Departamento de Electromecánica. Con su hermano Alfredo, que trabajaba en el sector Usina del mismo departamento, eran opositores al oficialismo en el Sindicato Unidos Petroleros del Estado (SUPE).

También militaba en la JP y, como todos los militantes de la época, realizaba trabajo social con los pueblos originarios de la zona y en los barrios más necesitados. Con Alfredo estaban impulsando la construcción de un centro sanitario, donde iba a atender el médico Pedro Urueña, también secuestrado y asesinado por esa época. Ahora la hija menor de Jorge trabaja con los pueblos originarios en Mosconi.

Los Santillán dieron cuenta ayer, una vez más, de las secuelas del terrorismo de Estado, de las dificultades que la familia enfrenta para cerrar el duelo. “Él (Jorge) tenía un pijama, celeste, un color así, yo todavía tengo el saco de ese pijama que sigue roto donde estaba roto, tiene unas manchas como si fuesen de óxido pero que no es óxido, es la sangre, que yo todavía lo tengo y muchas veces duermo con ese saco”, recordó ayer Silvio, con la emoción dificultándole el habla.

Jorge e Irma tenían cuatro hijos: Silvio y su hermana Rosa, los más grandes, trataron de evitar el secuestro de su padre, que luchó por largo tiempo hasta que “al último lo vencieron y se lo pudieron llevar”. Las más chiquitas dormían. Ayer un familiar recordaba que Rosa pedía a los secuestradores que le dejaran al padre al menos hasta que cumpliera 15 años.
Luego del secuestro los hermanos fueron llevados a Campamento Vespucio, con un tío. “No me voy a olvidar nunca esa tarde, porque llegó el hermano de mi padre. Me acuerdo que estaba sentado en el frente de esa casa y cuando lo ví llegar le pregunté: ‘Tío, ¿lo encontraron a mi papá?’. Y no me contestó nada. Entró, se fue, se bañó y salió vestido de traje, me llevó al living y ahí fue donde él me dijo que sí lo habían encontrado a mi papá y que lo habían encontrado muerto”.
 
Sin embargo, ese final cruento no borró los buenos recuerdos del padre ausente: “Siempre tuve los recuerdos más lindos de mi papá, siempre me sentí orgulloso de mi papá y más aún cuando uno va al norte, siempre dije que yo tengo apellido y ese apellido es mi carta de presentación, que es ser el hijo de Jorge René Santillán”.

Por Elena Corvalan, Directora de Radio nacional en Salta