jueves, 12 de julio de 2012

Salta: Testigos que prefieren no hablar ilustran cuán profundo caló el terror

La octava jornada del megajuicio oral y público que por crímenes de lesa humanidad se lleva a cabo en Salta mostró, quizás más que ninguna otra, las consecuencias del terrorismo de Estado, que perdura, a pesar de los más de 30 años transcurridos.

Desfilaron testigos para los que parecía representar un motivo de temor el solo hecho de venir a declarar ante el Tribunal Oral en lo Federal Criminal de Salta. “Todos nos hemos asustado. No sé. (Teníamos miedo) porque veíamos que llevaban a la gente. No teníamos que meterse en nada porque estaban pasando cosas con los vecinos”, explicó Juana del Valle Zerpa de Ale, la primera testigo del día, convocada para que hablara de su amiga Carmen Berta Torres y de la hermana de ésta, Francisca Delicia Torres, a quien llamaban Elsa.

Las dos fueron secuestradas y desaparecidas en abril de 1976. El ex jefe del Ejército en Salta, Carlos Alberto Mulhall, y el policía retirado Julio Oscar Correa están siendo juzgados por estos hechos.

Por las dudas, Juana Zerpa, una mujer ya anciana, se apresuró a aclarar que ella nunca supo que las hermanas Berta anduvieran en política ni en “nada malo”.

Las hermanas eran militantes peronistas, estaban en la Lista Verde, que impulsó a la gobernación a Miguel Ragone. Berta era directora de Bosques en la gestión de Ragone y Elsa trabajaba en la municipalidad de General Güemes. De ahí la sacó, el 9 de abril de 1976, un grupo de hombres armados, con las caras cubiertas. Calzaban borceguíes, según pudo ver Roque Torres, que también trabajaba en la municipalidad y que alcanzó también a identificar (porque se le cayó la tela que le cubría el rostro) al sargento del Ejército Leopoldo Vicente Abán, que fue interventor municipal.

La medianoche del 28 de abril de 1976 Berta fue secuestrada de su casa por un grupo de hombres que andaban en automóviles Ford Falcon. “Eran varios, eran muchos. Estaban encapuchados. (A la madre y al padre de Berta y Elsa) los levantaron, los pusieron contra la pared. Los golpearon. La sacaron de la cama a Berta y se la llevaron”, contó ayer su hija, Ramona del Carmen Torres de Tarifa, que en 1976 tenía unos 26 años.

Berta y Elsa están desaparecidas. Elsa estaba embarazada, tampoco se supo si pudo dar a luz ni qué pasó con ese niño. “Los padres, o sea mis abuelos, se fueron sin saber nada. Por eso estoy aquí, para ver si podemos saber dónde las llevaron”, aseguró Ramona del Carmen.

“Hay vecinos que han visto. Nada más que tienen miedo de hablar. No quieren hablar”, sostuvo sobre la poca información que brindaron los vecinos convocados como testigos. Antes había declarado un vecino de enfrente de la casa de sus padres, Lorenzo Figueroa, que solo se arriesgó a decir que creía que las hermanas habían sido secuestradas. En la instrucción de esta causa otro hermano de las víctimas, Manuel Torres, quien las buscó durante años, señaló a este vecino como alguien muy próximo al comisario Correa, que era jefe de la Policía en Güemes cuando se cometieron los secuestros. Manuel Torres está convocado a declarar el próximo 25 de este mes.

Otra hermana de Berta y Elsa, también llamada Francisca, a quien llamaban Mira, fue secuestrada antes, torturada y liberada en un camino vecinal cerca de Cabeza de Buey.

De las hermanas Torres también habló el testigo Robin Mario Escudero, un compañero de militancia que fue detenido en diciembre de 1974.

Otra testigo habló ayer del temor que generaba el terrorismo de Estado. Pía Asunción Viltes era la pareja del Raúl Benjamín Osores, y fue detenida el 24 de marzo de 1976, en Embarcación. Osores, que ni bien supo del golpe se fue para evitar la represión pero que entre abril y mayo de 1976 se entregó creyendo que así liberarían a su compañera, fue desaparecido desde la Central de Policía de Salta.

Viltes recién pudo volver a Embarcación “después de 30 años”. Se encontró con que los vecinos recordaban poco. “Nadie quería meterse, (la gente) no podía ni siquiera mirar nada”, recordó ante el Tribunal.
 
“Queremos saber de los restos”
 
“Espero que se haga justicia. Y que los restos… Queremos saber de los restos para poder darles cristiana sepultura, que es lo que corresponde como católicos, que es lo que estamos reclamando todos”. Pía Asunción Viltes hizo el reclamo cuando ya el presidente del Tribunal, Carlos Jiménez Montilla, la despedía.

Viltes conoció a Raúl Osores en la Acción Católica y en el trabajo rural. A ambos les interesaba mejorar la situación de los trabajadores del campo y fueron juntos a Embarcación, donde Osores fue secretario general del sindicato de trabajadores rurales, que integraba la Federación Única de Sindicato de Trabajadores Rurales y Afines (FUSTCA), cuyo secretario general era Felipe Burgos, secuestrado y desaparecido desde el 6 de abril de 1976.

Cuando sobrevino el golpe. Osores opinaba que debían huir. Ella se negó porque “no habíamos hecho nada malo”. Al final, él se fue y ella salió a hacer compras al mercadito de Embarcación. Ahí la detuvo la Gendarmería. De allí fue trasladada a la sede de Gendarmería en Orán, luego la llevaron a la Central de Policía de Salta, de donde la enviaron a la cárcel de Villa Las Rosas, de donde fue finalmente trasladada a la cárcel de Villa Devoto, donde estuvo unos tres años, a disposición del PEN.

De Osores supo, por una nota de familiares, que en abril o mayo de 1976 se había entregado a Gendarmería, en un intento por lograr su liberación. Había sido enviado a la cárcel de Villa Las Rosas. Luego lo llevaron a la Central de Policía, “donde le hicieron firmar la libertad, y nunca más” se supo de él.
 
La patria, y las joyas
 Una vez más, los testigos confirmaron lo que es sabido: los integrantes de las fuerzas de seguridad que en 1976 usurparon el poder en nombre de la moral y del patriotismo aprovecharon el poder para robar.
Pía Asunción Viltes recordó que cuando fue detenida, la llevaron a su casa y buscaban plata “que era lo que más les interesaba”, y que al final se llevaron “todo del sindicato”, los muebles y hasta su diploma de maestra especial. Luego, en el Escuadrón 20 de Orán de Gendarmería, le sacaron los anillos y cadenas que llevaba y nunca le devolvieron.

También la hija de Berta Torres, Ramona del Carmen Torres de Tarifa, recordó ayer que los secuestrados de su madre se llevaron una máquina de escribir y las joyas de la familia.
 (Por Elena Corvalán)

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